El siguiente texto pertenece a los recuerdos del ilustre cartagenero Daniel Lemaitre Tono, quien fuera, además de empresario (Jabonería Lemaitre), poeta, pintor y autor del himno a Cartagena. En el libro póstumo Poesías y Corralitos de Piedra se encuentran unos invaluables relatos que nos recrean la vida cotidiana de esta ciudad de hace un siglo. Les traemos hoy, un recuerdo suyo del 11 de noviembre de finales del siglo XIX.
El programa de la fiesta, tartajeado por mí en el 71° aniversario, estaba escrito en un tira de papel de color verde. Cuando acabé de leerlo me dejó viendo colorado. Ese descubrimiento me intrigo mucho.
Los Diablitos de espejo, la Danza de la Cintas, la de los Gallinazos, los Marineros, los Negros Carabalíes y mil pandillas de Monos animaban las dormidas calles del Corralito, yendo de casa en casa para mostrar sus habilidades. Sanos divertimientos y muy ingenuos, pero no por ingenuos y sencillos menos gozados.
Que va! les contestaba yo, sacando la lengua, miren:
*Lazarino: Adjetivo de leproso
**Hidrópico: Que padece de hidropesía. Trastorno de retención de líquidos.
11 de noviembre!
Por Daniel Lemaitre Tono (1884 -1961)
Foto: Archivo El Universal |
La presentación era modesta, sin duda, pero cumplía, su cometido perfectamente porque uno podía llevarlo en el bolsillo y consultar el horario con facilidad. Hoy se llena una resma de papel con versos de sesión solemne y avisos de jabones malos y en donde lo más difícil es hallar lo que se busca.
¿Han degenerado las fiestas? No lo creo en cuanto a profusión de números bailables, pero si en la comprensión de ellas. El homenaje a los próceres tiene la salsa muy seca. Al Te Deum (Acto solemne) no van ni cuatro gatos.
Por su aspecto entre las clases populares humildes, la diferencia es muy notable. Sin radio, ni cine, ni pick-ups, las distracciones eran tan escasas como la población. Todas las esperanzas de jolgorio se cifraban en las fiestas del 11.
Cuando asomaba el mes de octubre comenzaba por los patios de Gimaní o San Diego los ensayos de danzas y comparsas. Las tiendas extendían ringleras de mascaras, triquitraques y cascabeles. Por las esquinas sonaba el bombo de las murgas llamando a ensayo. Se oían tiros esporádicos a la prima noche y la pólvora comenzaba a oler. Ah! ese olor de pólvora que a todo muchacho cartagenero, por asociación de ideas, se le convierte en un perfume delicioso!
Cuando asomaba el mes de octubre comenzaba por los patios de Gimaní o San Diego los ensayos de danzas y comparsas. Las tiendas extendían ringleras de mascaras, triquitraques y cascabeles. Por las esquinas sonaba el bombo de las murgas llamando a ensayo. Se oían tiros esporádicos a la prima noche y la pólvora comenzaba a oler. Ah! ese olor de pólvora que a todo muchacho cartagenero, por asociación de ideas, se le convierte en un perfume delicioso!
"Los mono" del desfile de la independencia del 11 noviembre 2011 |
Mi madre! El día en que pude hacer parte en una pandilla de monos no me cambiaba por nadie! Solo una secreta envidia me corroía cuando contemplaba a un mono grande con diez docenas de cascabeles.
Los monos teníamos derecho a robar platanitos en los ventorrillos y la maniobra la ejecutábamos con el rabo. Ese apéndice de cabuya era la parte más divertida e importante del disfraz. Cuando nos encontrábamos dos bandos, comenzábamos por mostrarnos los dientes, pero la cosa terminaba siempre en reconocimiento amistoso cuando tendíamos por delante los rabos y los poníamos a hacer eses de simpatía. Luego seguíamos todos juntos haciendo los mismos gatuperios y cabriolas. Magnífico ejemplo para los políticos “cruzados” del momento actual.
A mí me habían prohibido tomar agua sofocado no fuere a volverme lazarino*. Pero un mono viejo, Inocencio pineda, me dio:
-No seas tonto, mira, y saco en la punta de la lengua un trozo de azufre en canuto; esto lo suelta el Diablo que es muy caliente y lo venden en las boticas. Toma, chupa un pedacito.
Para que fue eso! Me sentía invulnerable. Al llegar a cualquier casa mostraba mi sofocación y me arrimaba a la tinaja para que me dieran precisamente: No seas bárbaro! No tomes agua así sofocado.
Que va! les contestaba yo, sacando la lengua, miren:
No sabían que tenia azufre!
Esa tarde llegué casi hidrópico** a mi casa.
Referencia Bibliográfica
Lemaitre, D (1983) Poesías y Corralitos de Piedra. Bogotá:1983.
**Hidrópico: Que padece de hidropesía. Trastorno de retención de líquidos.
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